Escándalo en SEDESOL impacta al gobierno de Xiomara Castro

La Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL), diseñada como eje de la política social del actual gobierno, se ha convertido en el centro de una grave crisis política que compromete tanto la credibilidad del oficialismo como el futuro del proyecto político impulsado por la presidenta Xiomara Castro. La revelación de un presunto esquema de desvío de fondos públicos con fines partidarios ha detonado un escándalo que amenaza con socavar uno de los pilares discursivos del gobierno: la lucha contra la corrupción.

Denuncias de uso electoral de fondos sociales

Las investigaciones preliminares, alimentadas por filtraciones y auditorías internas, apuntan al desvío de recursos destinados a programas sociales hacia estructuras vinculadas al partido Libertad y Refundación (LIBRE). Un audio entre el exministro de SEDESOL, José Carlos Cardona, y la diputada oficialista Isis Cuéllar reveló una coordinación para transferir fondos en forma de “kits millonarios” a 23 instancias del partido. La grabación, difundida públicamente, ha sido interpretada como una evidencia directa de la utilización de recursos estatales con fines electorales.

Los registros oficiales incluyen cheques de hasta 163.000 lempiras entregados a personas con vínculos políticos, entre ellos legisladores, precandidatos, personal administrativo y familiares de funcionarios. El destino real de estos fondos, supuestamente asignados a proyectos de emprendimiento, ha sido puesto en duda por organizaciones civiles y sectores opositores, que denuncian una desviación sistemática de los objetivos originales de la política social.

Renuncia del ministro y problema institucional

En respuesta a la presión pública y al crecimiento del escándalo, José Carlos Cardona presentó su renuncia al frente de la Secretaría. Paralelamente, el Ministerio Público ha iniciado investigaciones sobre al menos 40 transacciones por un monto total de 4.7 millones de lempiras. Aunque el presupuesto aprobado para SEDESOL en 2024 ronda los 950 millones, las denuncias sobre falta de controles y transparencia en la ejecución presupuestaria han generado cuestionamientos más amplios sobre la institucionalidad de los programas sociales.

La presidenta Castro ha exigido auditorías inmediatas, pero desde dentro del propio oficialismo han surgido críticas. Sectores como el Frente Nacional de Resistencia Popular, una de las bases fundacionales del partido en el poder, han condenado lo que llaman un “reparto descarado” de recursos, alertando sobre la creación de una estructura paralela a la institucionalidad estatal. Estas tensiones internas reflejan una creciente desconfianza, incluso entre quienes respaldaron el proyecto de cambio promovido desde el año 2021.

Desgaste del capital político y peligro electoral

La coyuntura presente representa un obstáculo considerable para la estabilidad gubernamental y su perspectiva de cara a los comicios de 2025. El empleo de recursos estatales para actividades proselitistas no solo ha afectado la reputación del Ejecutivo, sino que también ha avivado la discusión sobre la transparencia del sistema electoral de Honduras. La división en el Congreso y las fricciones dentro del grupo oficialista complican cualquier esfuerzo por lograr una recomposición rápida.

El asunto SEDESOL se enmarca en un panorama más amplio de insatisfacción social debido a la continuidad de prácticas asistencialistas y la ausencia de transparencia. El desánimo de la población contrasta con las expectativas creadas durante la campaña electoral que llevó a Xiomara Castro al poder, prometiendo la transformación del Estado y la eliminación de las estructuras corruptas del pasado.

Un reto para la gobernanza y la legitimidad en la democracia

La problemática en SEDESOL ha revelado las fronteras del plan del gobierno en comparación con las costumbres políticas de antaño. A pesar de que la presidenta ha subrayado su dedicación a la transparencia, el progreso de las indagaciones decidirá si las medidas oficiales consiguen mitigar el perjuicio a las instituciones o si, en cambio, fortalecen la sensación de persistencia en la impunidad.

A menos de un año del inicio del calendario electoral, el oficialismo enfrenta el reto de sostener su legitimidad ante una ciudadanía que exige respuestas más allá de auditorías simbólicas. El caso también plantea interrogantes sobre el papel de los mecanismos de control y fiscalización dentro del Estado, así como sobre la capacidad del sistema político para procesar conflictos de esta magnitud sin recurrir a salidas excepcionales.

El escándalo en la Secretaría de Desarrollo Social revela una división en el sistema gubernamental, cuya solución podría influir en las elecciones y en el proyecto político que ascendió al poder con el compromiso de transformar el país profundamente.

Por Jaime Navarro